domingo, 17 de junio de 2012

LA ESPOSA DE JERÓNIMO LUIS DE CABRERA




LUISA MARTEL DE LOS RÍOS: LA ESPOSA DEL FUNDADORDE ICA. 
“Luisa nació en Panamá, posiblemente en 1537, aunque natural de Córdoba”, declara en su testamento su hijo Pedro Luis, como escribe el Padre Lozano.

Hija de Gonzalo Martel de la Puente y Guzmán, nacido en Córdoba, Andalucía, Señor de Almonaster, Regidor de Panamá, Gobernador y Capitán de Tierra Firme, además de propietario rural y dedicado al comercio de lanas; y por parte de madre hija de Francisca Lasso de Mendoza de los Ríos.

Era apenas una niña de catorce años, cuando sus padres, según lo acostumbrado, afirma Lozano, “maridaron a Luisa con el conquistador Capitán Sebastián Garcilaso de la Vega, que frisaba en cincuenta largas anualidades”.

Éste, con la ñusta o princesa inca, Isabel Chimpu Ocllo, nieta del último soberano Inca, tenía un hijo bastardo apodado “el Inca”. En efecto, en el año 1539, nació Gómez Suárez de Figueroa, que fue bautizado por su padre con nombres de algunos de sus antepasados. Tiempo después, Sebastián de la Vega se ve obligado a abandonar a Isabel, a causa de la presión de las autoridades de la península, que exigían que los conquistadores españoles se casasen con damas nobles de España; reteniendo, no obstante, a su hijo de diez años y casándose finalmente con Luisa Martel de los Ríos y Mendoza. Este hecho convierte a Luisa en madrastra del famoso Inca Garcilaso de la Vega.

Nace luego Blanca de Sotomayor, hija del Capitán de la Vega y Luisa, pero muere muy pequeña. Más tarde muere también el esposo de Luisa. El Inca Garcilaso parte de Cuzco rumbo a España, en 1560, donde adopta el nombre con que pasó a la eternidad.

Luisa Martel de los Ríos, con tan solo 20 años debió soportar la muerte de su esposo, la de su pequeña hijita y la partida de su hijastro, con quien, se sabe, tuvo gran acercamiento, y quizás por tristeza, o el hecho de quedar tan sola, muy pronto Luisa se casó con Jerónimo Luis de Cabrera.

“En el año 1538, Cabrera pasó muy joven a la Indias como Alférez de la Real Armada, una década más tarde alcanzó el rango de Maestre de Campo, avecinándose en Cuzco, donde hizo construir casa de dos pisos con escudo de armas sobre el portal”.

Cabrera también acababa de llorar la muerte de su madre, María de Toledo, y de sus dos pequeños hermanos, Juan y Nicolasa, que venían de España a visitar a su hijo, “tan ventajosamente colocado en el Perú”. “A poco de salir, azotado por la tempestad, el navío naufragó en el paraje Arenas Gordas, el 8 de octubre de 1555, pereciendo María de Toledo ahogada con sus dos últimos hijos…”.

Pero la vida debía proseguir y los hijos comenzaron a llegar; así pronto nació en Cuzco el primer hijo de Luisa: Miguel Jerónimo Luis de Cabrera Martel, bautizado con el nombre de su abuelo paterno y de su padre.

Al siguiente año, 1559, llegó al mundo el segundo hijo del matrimonio Cabrera: Gonzalo Martel, a quien Luisa llamó igual que su padre: Gonzalo Martel, sin imaginar jamás que algún tiempo después sería otro ‘Gonzalo’ quien acabaría con la vida de su esposo.

Los hijos llegaban y Luisa comenzó a presentir que la vida junto a Jerónimo no sería nada fácil, ni quieta, los continuos traslados fundando ciudades, las constantes mudanzas, las nuevas experiencias, a veces muy duras, cargando a sus pequeños niños, pero a todo esto, con su personalidad fuerte y activa, le haría frente.

Desde muy joven mostraría el esposo de Luisa su coraje y lealtad hacia la corona española, como la vez que: “…en Cuzco se levantó Francisco Girón, y salió con los hombres de su hermano, y dobló jornadas y fue comprando y mudando caballos a dar la nueva a los oidores de la Corte. Fue hasta Ica y trajo setenta hombres, y sirvió hasta que Girón fue muerto”.

Fue en este valle de Ica, donde en 1563, Cabrera fundó la ciudad de Valverde y la sostuvo a su costa. Esto valió para que el virrey, Conde de Nieva, lo designara Corregidor y Justicia Mayor de las Charcas y Villa de Potosí.

El viaje de Cuzco a Valverde no debe haber sido, por cierto, nada placentero. Luisa debió usar su ingenio y habilidad, acomodando a sus dos pequeños hijos, para realizar entonces tan arriesgada travesía. Al llegar al valle no había nada, por lo que de inmediato Cabrera mandó levantar tiendas con lonas, para resguardarse unos cuantos días hasta construir casas; hizo reparar la antigua acequia de los incas, mandó sembrar todo lo necesario para alimentarse, hizo tallar por los indios: camas, armarios, mesas, sillas y un reclinatorio donde Luisa rezaría sus plegarias.

Con su gran fortaleza física y espiritual, ella debió soportar con entereza el cambio de haber vivido en Cuzco, prácticamente en un palacio, por la ciudad que acababa de fundar su esposo, viviendo en los comienzos prácticamente en la intemperie.

Es precisamente en Valverde donde nace, en 1567, el tercer hijo de Luisa, bautizado Pedro Luis, como su tío, en honor al hermano de Jerónimo. Este hijo de Luisa tenía seis años cuando acompañó a su padre en la fundación de Córdoba; fue uno de los personajes más importantes de la historia colonial, se desempeñó como Teniente Gobernador, Corregidor, Alguacil del Santo Oficio, Procurador, Alférez Real, entre otros; y segundo Señor de la encomienda de Quilino, donde administró un famoso viñedo de catorce mil plantas.

Estando en Valverde, Jerónimo Luis de Cabrera recibe la orden de trasladarse a Potosí en calidad de Regidor, para solucionar los graves conflictos que allí existían. Este nuevo nombramiento significaba un nuevo traslado con sus pequeños hijos y todo lo que esto traía aparejado, si tenemos en cuenta, además, que Luisa había dado a luz a sus dos pequeñas niñas: Petronila y Francisca. Nace luego la última hija de Luisa, a quien bautiza con el nombre de su madre: Francisca Martel de los Ríos.

Al nombrar a los hijos de Luisa, vemos como algunos figuran con el apellido paterno, de ella, de sus abuelos, o de la casa que sucedían, costumbre muy común en aquellos tiempos, en que se solía adoptar el nombre de los antecesores más remotos.

El viaje a Potosí sería largo y duro, pero Luisa con su fortaleza y determinación, acomodó a sus pequeñas hijitas y a Pedro Luis, de tan solo tres añitos, en canastos que iban a lomo de mula guiadas por sus fieles nanas. Mientras que los dos varoncitos mayores estaban en edad de viajar sobre mansos caballos, animales a los que Luisa y su esposo eran muy afectos. Según la tradición, fue Cabrera quien introdujo al actual territorio argentino el caballo peruano.

Totalmente distinta a Valverde, Potosí era una villa imperial, en cuyas calles se mezclaban personajes importantes ataviados con ropas finas, mercaderes, comerciantes, y también prostitutas, mineros y aventureros. Pero en Potosí se trataba cruelmente a los nativos y a los negros, obligados a excavar día y noche las minas de plata.

En el año 1571, el virrey Francisco de Toledo, nombra a Jerónimo Luis de Cabrera “Gobernador de la Provincia del Tucumán, Juries y Diaguitas”, por ser Cabrera “hombre de noble casta y buena opinión en este Reyno…”. Dicho nombramiento expresa “poblar una ciudad en el valle de Salta, de camino y como entrare a la gobernación…”; pero además lo facultaba para que “dentro de las provincias de Tucumán, Juríes y Diaguitas, y en la parte y lugar que ‘le pareciere que conviene’, pueda poblar y fundar un pueblo…”


EXTRACTO TOMADO DE:

LAS NUESTRAS, MUJERES QUE HICIERON HISTORIA EN CÓRDOBA / Mónica Ambort; Adela Leonor Boscarino; Mabel Brizuela; y otros. Edición literaria a cargo de Reyna Carranza, con prólogo de Alejandra Vigo. - 1a ed. - Córdoba: Letras y Bibliotecas de Córdoba, 2011. 312 p.; 25x18 cm.
ISBN 978-987-25325-8-1

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